Dónde

recital:
Lavapiés, Madrid
----------- 16 diciembre -----------

Freud también lo piensa

Si me preguntan por mí, no diré que soy normal (respuesta que nos preocuparía tanto a Freud como a mí). Yo no soy normal (ahora es cuando aprovecho para preguntar: ¿qué es lo que define la normalidad?...el malagueño de Salud Mental está de acuerdo conmigo). Yo tengo ansia de vivir plenamente, así como sed de conocerlo todo.

Ayer tenía sed. Eran casi las dos de la madrugada y por razones ajenas a mí, la señorita aquí presente tenía que trabajar por mí, y por todos mis compañeros, pero por mí primero (tema del que prefiero ni escribir). Ayer tenía sed. El agobio da sed señores...Esto me preocupa.


¿Qué cómo soy? Ah. Ya voy. Ya voy.



Me gusta pisar las hojas de otoño por mucho que resbalen, y pisarlas en bicicleta. Y por las noches, coger calcetines de tallaje más grande que los míos, para no pasar nunca nunca frío en ellos (aunque la mayoría de las veces no suela funcionar, todo hay que decirlo); declarada friolera de nacimiento, tapándome en cuanto puedo. Si salgo de la ducha, no me gusta dormir con reloj ni ponerme las gafas con el pelo mojado: las patillas se enganchan a su parte posterior, ¡y no veas!. Me encanta que me lleven a IKEA, y a Mediamarkt, y los mercadillos 'genre' El Rastro, o los de segunda o tercera o cuarta mano. Tener esponjas en la ducha de esas raras, multicolores, y diferentes entre sí, pero no usarlas. Y mirar a la gente que va dentro de los coches, pararme de repente, y observar alrededor. Si no sabes qué regalarme, no me regales nunca un metro para medir, que me dan miedo sus lados cortantes, y las escaleras mecánicas y su obsesión acompañada de caerme sobre ellas; opta más bien por el tío kukuxumusu, las cajas metálicas, los libros de Psicología y Salud Mental, las guías de viaje, y la bisutería de coco -siempre aciertan. Me gustan los parches y las coderas en la ropa, y la textura interna de las mondas de mandarina. Y comer en los parques. Descalza. Y en el suelo. Y mirar el calzado de la gente y los pelos rizados. Las pecas, y los lunares. No me gusta la gente orgullosa, ni la alcachofa. Amo a los que aman la fotografía y la danza y odian las injusticias. Me gusta la ducha caliente (incluso en verano), pero acabando con una fría. Y viajar en coche de noche. O cuando y donde sea y del modo que sea. Tengo la manía de tirar a la basura la primera porción de papel de un baño público antes de usarla, de borrar las llamadas enviadas y de no quitar de primeras la funda de las magdalenas. Antes, antes, de pequeña, no me gustaban los guisantes ni los purés; ahora ya sí me va gustando el salmón, el coco mejor no evitarlo, los guisantes me chiflan (pero no más que los pistachos), y volviendo a las magdalenas, poco a poco. Los croissants a la plancha me hacen babear (y a la no-plancha), las ensaimadas y los sobaos tampoco me hacen precisamente callar, y las casas altas empiezan a llamar. La luz. La luz. La música es el ingrediente más importante de mi día a día (viva Radio 3, y rock n' gol), y cada vez puedo vivir menos sin 'blu-tack'. Exceso de cosas mejor no, vas viendo. Y la furgoneta, la furgoneta será gris oscura, negra, amarilla, o marrón. La casa, de madera. Y escribir es hablar para sí. [...] [...]. De ahí ahora mismo no salgo. Tengo un colapso con la asertividad plasmada en la hoja de mi mesa, pero no se preocupen, que esta entrada se irá ampliando cuando la bomba de K+ deje de ser bloqueada por la glucosa (o eso dicen de la secreción de la insulina).


Si me preguntan por mí, no diré que soy normal.
Yo tengo ansia de vivir plenamente, así como sed de conocerlo todo.

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