Anclada en la pared
Principios de abril, dos mil nueve. Me quedé esperando. No venía. Giraba la cabeza hacia un lado, nada. Hacia el otro, tampoco. Y vuelta al principio, ese círculo vicioso en el que el único propósito es dar con esa persona a la que ni siquiera conoces, con la que solo has hablado tres veces contadas. Pasaban los minutos, aunque sorprendentemente rápido, algo poco habitual cuando deseas con tanta intensidad algo. Hasta el reloj miente ya en este mundo: se había quedado sin pila y no eran y cuarenta, sino menos diez. Llegaba tarde ya; bueno, ya pediría disculpas luego, ahora no me importaba otra cosa más que ver su silueta a diestras y siniestras. No viene. Vaya mierda. Llevo un rato escribiendo esto en el móvil, ignorando incluso al más guapo de la calle, no me interesa. Sigue sin venir. Puto reloj sin pila. Qué asco de día. No aparece, otro día será. Tres veces contadas, pero qué más da lo demás. He dejado la huella de mi mochila en la pared más cercana a la puerta de entrada de la EOI, para que la encuentres. Búscala anda, aunque sea haz solo eso. Tres veces contadas, y por ahora, ninguna más. Verte...otro día será. Susana, si el destino no lo ha querido, por algo será. No te impacientes, llegará.
Comentarios
Tampoco te obsesiones con algo ni te dejes cegar por una sola cosa hay todo un mundo ahi afuera que no merece ser dado de lado
saludos