Dónde

recital:
Lavapiés, Madrid
----------- 16 diciembre -----------

Supuesto conocedor

Se sabe mi apellido solo porque es igual que el suyo. Por él existo y a él se lo debo. Sí. Figura desgarrada sin saber comportarse con los demás. Su comienzo ya era negro, su adolescencia también, su juventud, y ahora su época de madurez...¿cambiará? No. Desgraciadamente nadie cambia ya a partir de una cierta edad, no intentes cambiar a alguien que ha vivido tantos años. Para bien o para mal, no cambiará. ¿Para bien? suprimamos eso, sin dudarlo suprimámoslo. Para mal. Tantas líneas que contar viendo las venas de mi mano arder, todo por él. Asquerosa persona. De la misma raíz, pero no soy igual que él, o desgraciadamente en algunas cosas sí. El miedo nació paralelamente a la madurez del "fabuloso" evento, y continúa. Quiero suprimir con la brocha esa pintada, todas aquellas que provengan de ti. Genética...maldita, ¡maldita genética! eso tampoco lo podré cambiar yo. Vaya gracia. Fingiendo mantener la relación por no estropear la falsa realidad y el agónico deseo de las terceras personas: saben que es mentira todo, pero prefieren engañarse para intentar ser felices. Vale, eso a veces lo hacemos todos, pero basta ya, dejad de mentiros como conseguí hacerlo yo cuando cumplí los 15 años. Es desolador que el primer pensamiento de tu decimoquinto cumpleaños sea recordar por qué una de las personas que tanto quieres llora. Desolador. Abres la esquina del cerebro y corazón que corresponde a ello y sólo ves aflicción por todas partes. Incluso sigues con tus repugnantes punzadas molestando vidas que ya no te pertenecen. La mía tampoco. Eres una pulga, pero no de las buenas precisamente: picas de verdad, hasta matar. Penosa e inexplorable actitud. Viviré ayudando a tejer esa falsa realidad a mis cercanos, solo para intentar hacerlos felices, pero no puedo asegurar que esa lana exista mucho tiempo, lo siento. Ahógate en la bañera, yo salgo de ella sin tu ayuda, no te preocupes. Es así, sólo puedo agradecerte que me hayas dado la vida (aunque intentes arrebatármela con esa apestante actitud cada vez que nuestras miradas se cruzan). Echaste por tierra todo, y no tienes freno. Tranquilo, ya me encargaré de ello. No hagas nada más, o hazlo si quieres, pero ya he aprendido a nadar. El baño comenzó contigo, no sirves para nada más. Nada más. Haz lo que quieras, pero aléjate ya. Confesiones de la cría

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