Fin y comienzo
Inhalas el último minuto de recreo sin darte cuenta, te compras el mejor bocadillo de tortilla de patata en relación calidad-precio, ¡impresionante!. Sueltas el último suspiro de agobio en una clase de menos de veinte personas para el resto de tu inocencia, mientras se suman trabajos a exámenes. Entras en las neveras y no te dejas congelar, sigues, luchas, e intentas, aun sin haber estudiado todo lo que deberías por tantas confusiones en el nuevo año, sacar adelante, seguir adelante, borrar el pasado, pintar un instante, y construir el futuro. Haces la foto (¿quién diría que la última?) con la Reflex Mirai, a escondidas de los conserjes, entre pasillos perdidos que cualquiera desesaría utilizarlos para plasmar un último recuerdo de aventura, y acaba, sin darte la más mínima cuenta, el curso que tan rápido ha pasado, el bienio de lucha por la media y de aprendizaje, los cuatro años de enseñanza obligatoria, la primaria cercana a la Castellana, educación infantil en Madrid, pero no tus días allí. Madrid no acaba para mí, pero esta etapa sí. Ahora, ahora la nueva etapa empieza a dejarse ver tras de las esquinas de las calles universitarias.
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