Trenza a compartir
Trepa por mi trenza, escálala, suavemente, como seguramente sólo tú sabes, salta los baches entrelazados, recorre y atusa mi pelo, ve por mi cerebro y entra en él: mira lo que piensa. Párate. Escucha, ¿no ves que sólo se coordina si te ve? ahora, ahora muévete, viaja desde ahí hacia el resto de mi cuerpo, de mi vida, de mis pensamientos, pero antes, antes déjame compartir una charla más frente a las máquinas de la antigua soledad, que la trenza está colgando, esperando a que brinques y compartas conmigo esas bebidas, a que las compartamos ya, pero sin salir afuera, que el sol, cuando hay resaca, pica más. [...] Yo no quiero cruzarme, sino entrelazarme. [...] Vuelve de comer y mira hacia arriba. Te repito: engánchate a ella ahora que cuelga, porque el sábado veintisiete ya no te podré enseñar a saltar nuevos baches. ¡Ey ey! ¡No, no! ¡guarda las lágrimas!, que hay sequía.
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