Crema de avellanas

Alimentándome de avellanas todo el fin de semana, jueves incluido. De casa en casa, de teléfono fijo en teléfono fijo, picando aquí y allá. Fiesta, fotografía y conversaciones frente al faro de Moncloa. Metro de aquí a allá. Viéndote, viéndole, viéndoos, viéndoles. ¿Y esta noche qué? otra ronda camarero, por favor. Esto es lo que quiero como despedida.

Pocas veces se encuentra a alguien que guarde avellanas en un paquete de clínex dentro de los bolsillos y que quiera conocer Barcelona en compañía de los que son de allí, pero que no conozca el modelo de Aquabonna tirado por el suelo frente al pirulí de Madrid y recogido por dos amigos allí, el modelo que ha sido colocado sobre el banco sustituyendo a dos botellas de alcohol ajenas y clandestinas a la llegada de un par de policías. Oye, y qué, si tiene hambre siempre, hace bien. Ya querrás tú una de esas avellanas para matar el gusanillo...ya querrás. Si soy así, soy así y punto, punto y final por hoy.