Manías de relojes
Llego de francés y me quito el reloj. No me gusta dormir con reloj ya. Desde hace un tiempo, no me gusta. Manías de los dieciocho supongo. Ya lo he guardado en la cajita de la estantería. No me gusta que el tiempo corra, odio depender del tiempo. Odio depender de cualquier cosa, por muy pequeña que sea (aunque ahora haya una excepción).
Pero no estoy aquí, frente a mi ordenador, para hablar de relojes ni manías. No. Estoy aquí para expresar todas las ideas que me han llegado a la cabeza desde la noche de ayer. Muchas historias, inspiraciones (parece que aquel chico tenía razón: en momentos no precisamente buenos, la inspiración se puede incluso asomar con más frecuencia). Eso sí, desde ayer por la noche (exactamente desde las 00:33:23) sí es bueno. Parecía que se iba a derrumbar todo en apenas unas horas, hasta agarrarme por el cuello. Pero no: a las doce y media con sus veintitrés segundos el alivio llegó. Pensé que me moría. Suena exagerado, pero no lo es cuando se habla de amor. El edredón se llenó de lágrimas y tapaba la boca para evitar que los sollozos llamaran la atención al resto de habitantes de esta casa de cinco ventanas.Ahora la mayoría de las inspiraciones se han alejado (supongo que se debe a que el momento malo de ayer ha sido eliminado). Las inspiraciones para escribir ya no están en mi cabeza por hoy, ¿lo malo? tampoco, ¿el susto? tampoco, ¿la impotencia de ayudar (que no apoyar)?, tampoco. Ya estoy bien. Las inspiraciones se han alejado. La motivación ha llegado (de nuevo, como siempre). Gracias a ti. Reencuentro de diciembre, en diciembre.
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