Sapos de madera
Los primeros cinco minutos no habíamos prestado atención a los alrededores. Los sapos de madera cantaban, los bolsos de cuero se pegaban por resurgir, las voces llamaban y las luces no se apagaban. Comida, música, enseres. Desde chimeneas hasta estrellas, desde chorizo a calabazas, chuches mezquinas y artesanos infieles. Y seguíamos sin mirar un solo puesto, con total indiferencia, hasta que el cuero se nos vino con lo puesto. Y las voces de la Plaza rezumaron, el duro sobró, la hippie de palo entró, y las consumiciones se escribieron. Demasiado a gusto para ser idóneo de cualquier susto, mañana de mañanas que no se quedaría, por suerte, en nada.
Comentarios