La patata número dos
Abro el cubo de la basura y me dispongo a pelar la patata número dos. Y sube el olor, cerezas, dice el paquete de cartón, y se me mete por las narinas, hacia dentro, sube, pasa por el cerebro, éste lo analiza, hace curvas y se mete por los recovecos, se zarandea como una espiral de Watson y Crick entre los cinco sentidos, hasta llegar a la patata de mi cuerpo, y hacerle latir un poco, sólo un poco, más rápido. Búm búm, dice la patata; afú, respondo yo. Una y cuarenta y siete de la tarde. Y sigo cocinando, mantengo la página número diecinueve del libro francés de recetas fechado a doce de agosto de dos mil diez. Y los taquitos de bacon mientras, se retuercen. Y las páginas del libro se mojan como los moluscos de ayer. Gratinado en la tercera balda del horno, patatas en la última. La pila a rebosar, las mías, alcalinas de pura cepa, duraderas, duracell, joder. Y llevo horas en la cocina de la reunión de la noche de ayer. Y dime tú, qué me has hecho, que me hoy, me he vuelto a conocer, a cocer, a debatir con los utensilios de cocina por qué las farolas son tan importantes desde el once de septiembre.
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