Rey del veintiocho
Fue la mejor frase que me dijo. Abrazaba y expandía los sollozos a la otra punta de Francia. Se acercaba al marco de la puerta y te despegaba de tus inquietudes para portarse como un verdadero padre. Orientar, piropear, esbozar, alentar, y aún más, elevarte a la francesa. Y clavarte en ella. Mano por aquí y mano por allá, seguridad, dirás. Corretear y pasear de la mano del triciclo, pensar que esto no se queda en vicio. Divagar por las palmeras y evitar que el coco dé a su cabeza. Cerveza. Tapeo. Oye, que me meo.
Y ahora duerme, y yo, en su mesa, intento convertirme en su frase; halago suyo, objetivo mío. Perdición. Inteligencia francesa. ¡Ea!
Y ahora duerme, y yo, en su mesa, intento convertirme en su frase; halago suyo, objetivo mío. Perdición. Inteligencia francesa. ¡Ea!
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