Oda a la música

Estar mal y encender el pistón, darle volumen y cantar como una descosida sentada frente a la letra, tocar la guitarra con los seis dedos y darse la vuelta para envolverse en el traje y sentir los botones apretados más verdes que antes. Despegar y no aterrizar hasta que la canción acaba, para volver a escalar un metro, o dos; alcanzarlo cuando la siguiente me grita al oído derecho para llegar luego al izquierdo, pasar por el cerebro y hacer que las cuerdas vocales verdaderas (que no falsas), griten aún más que ella. Arañar la voz y engañar a la mente con más ilusión por la canción que el propio cantante, hacer de sus notas las mías y escarbar en el aire la ironía de la melomanía.Corretear por el pentagrama de pinzas y hacer funambulismo por el tendedero de la ropa esquivando los agujeros de los dos tapones de la fontanería. Cambiar fontanero por fuente y fuente por émbolo de alta-voz. Que haya vida, que haya música.