Tu lengüeta con la mía
Como una niña pequeña, como una niña sin su silla que salta entre los avestruces y se revuelve entre sus rizos para alargar luego la mano y coger la fruta de la Calle del Aguacate. Abre la ventana y se sube al globo de la nube azul hasta volar y reposarse en la que ahora es su buhardilla temporal del Barrio de Malasaña. En ella, la palangana para lavarse los pies llenos de barro le espera. Con esas botas de montaña de color azul y esos ojos color inverso, colores de colores que te animan en la escalera mecánica de camino a la lección del libre tiempo y sus diez años de experiencia , de grupos anuales estables y anillos singulares, corriendo cual plátano con vibración que hace distinciones de lo que es y no es vida personal, evitando que la vibración se resbale dentro del metro y se quede perplejo.
- Y no me mires así - le dijo una lengüeta a la otra-, ¡que te como! ¡Para, o te como! ¡Ñam!
- Cómeme.
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