Para artistas entre sueros y catéteres
De pequeña me hablaban de un tal gluten. Y yo no sabía dónde habitaba ni que era una bacteria. Ni si sería mi vecino ni desde qué altura hablaba. Y es que no lo era, porque miento, porque no lo es. Aunque chino, chino seguro que sí era, o al menos se ajustaba a la expresión que usamos en este país. Pero bastaría irse a Francia para hablar de los chinos de otra manera, Centenera. Y me hablaban de él y yo asentía, no por educación (a esas edades lo que menos nos preocupaba era esa palabra de la que tanto nos hablaban nuestros padres), sino por miedo a que esa cosa hiciera quedar mal a las notas de sabiduría. Pero es que eso no era una bacteria, y aun menos, sabiduría. Porque ahora me trago libros y diagnósticos de Dietética, y sólo sé que no se nada (permíteme robarte la frase, ya te invitaré a una caña). ¿Y sabes? creo que me quedo con la ignorancia de la infancia y sus bacterias, que la contaminación cruzada, es una putada.
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