Que sea pronto
Las marcas del labio eran más que grietas en la teta. El parque del fondo de la calle más larga de la avenida cercana, no sabía ni que estaría repleto de miradas de noche y juegos de madrugada. Los columpios, enfrente, el no saber si plasmarlo, presente. La cerveza que tiré ya no estaba ahí, alguien la cogió y cambió de dirección. Los pájaros, cantando, no te gustaban cuando el día llegaba. Y llegaba. Y pasamos coincidencias de bares sin contestación y las cerámicas se buscaron un hueco en la primera planta del museo que me engañó cuando Neferu se nombró. De verdad, que no me lo puedo creer. Y me meto en el círculo ahora que estoy sola y el piso que da a la torre Picasso se ha quedado lleno de humo. Y sabía que era una locura, que todo era una puta pero santa locura. Y me metía más en ella y la camisa de cuadros se frotaba con los ladrillos del respaldo. Y me dolía la cabeza con tirones que gritaban al vecindario que el encuentro se había dirigido hacia el gentío más alternativo hasta ahora conocido. Y acabas con muñecas y volvía con agujetas y contracciones internas. Y de esto, hay que hacer una historia. Pero el problema, es que salen más de dos. Y tienes un coche y huyes de la economía hacia nuevas perdidas. Aprendes por los parques y robas la guitarra al que lleva gafas. Y me descalzo y van a llegar, y la historia de hace casi dos años se va a repetir, pero con más kilómetros a recorrer y tragar. Y si me voy a tu casa, eso no es independizarse; y si me llevas en coche a la cuesta del alcohol y agua azul, es un sinrazón. Y se liaba el cigarrillo y se rapaba el pelo al dos, lateralizaba conceptos y ventilaba cuando no oía le piar. Y los pelos se extendían por el colchón y caían por el ventanal, porque ahí no son ventanas, son ventanales. Hablamos, dios, resulta que hablamos de un mes desde la indicación de los tres monumentos, en un mes, vuelves a tu península con islas. Y los viernes no se enseña. Los viernes duermes y te agarras a pañuelos que te regaló aquella chica insegura y ambiciosa, a aquella que se sumergía y que cuando llegaba la próxima madrugada, acababa huyendo de los pájaros como tú.
Y allí, me pregunto cómo cantarán allí.
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