Al país de novedades
¿Hasta qué punto? ¿Hasta qué punto es bueno volver a reencontrarse con el pasado y dejar de lado los continentes del día pensado? Esporádicamente llegas y me llamas, hablas, sonríes, desfasas, ríes, sueñas, ilusionas, y no te apagas. La mesa hecha un desastre, la ilusión por los aires. Y en vano. Seguramente, sea en vano. Y es ahí donde una se para y se plantea los beneficios y contradichos de algo inútilmente satisfactorio. Donde el autoestima sube y mira hacia la ventana, donde el flexo se encienda y te enchufa la cara destartalada. El silencio llega y cambiamos de visión, el pañuelo conoce el rafting y no sé, no sé si quiero entrar, de nuevo, en esta canción. Es jodidamente contradictorio, oportunista, reivindicativo, emotivo. Horas sin hablar, nuevas noticias que dar. La carpeta se quedó sin movimiento y los vídeos de música se callaron. Con planes para ti, planes para mí, allá, aquí, allá, acá. Las carpas se desmaterializan y hablan de sentidos. Los hippies se quedan por el suelo y la barca sube en descenso. Cuarenta y cinco bien utilizados, ocho en casa de los abuelos, una noche tranquila, un nuevo nerviosismo con o sin futuro. Y no te pregunto, porque el muro separó, en su día, en dos mitades al país de novedades.
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