Clases de nudos
Dice que hay treinta grados, que la gota de sudor se cae por el sujetador. Y vaya camisa, quién quisiera. Que el nudo se hace, para qué engañarse. Pero nadie nos enseñó como atarse las zapatillas de la manera que menos dolía. Ni cómo quitarse el nudo de la garganta, o impedir que baje al estómago (o más exactamente al píloro, me da igual, llámalo como quieras, pero coge la esencia). Y hoy se lo he dicho, le he puesto al día, y el día ha seguido pasando. He tomado el sol, las hojas me enseñaban.
Y nos enseñaron a atarnos los cordones, pero no nos hablaron de otros nudos. El problema, el dilema, es si hay que hablar de ello, o mejor, ni hacerlo.
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