Una veintena si contamos a Mario

Si me caso contigo será dentro de veinte años, cuando tú tengas treinta y yo treinta y ocho. Y le llamaremos como tú. Si me caso, me separo, y dejamos de oír las voces de los veinte niños que juegan a despertarnos. Me hacen un apretujón, sobre el colchón. Y salta la foto. Las experiencias se mezclan con el juego de las damas y los hilos de pulseras, los hilos, a la muñeca. Y la cascada más alta hasta ahora vista, se abre paso entre helechos no bien definidos. Al fondo, el grupo, el equipo, los educandos, los educadores. Y jugamos a educar en veinte días mientras nos enseñamos a nosotros mismos, instauramos valores en las paredes rurales, y conciliamos el sueño con los pucheros de la señora Pilar. Y llega la noche, y sacamos los pintauñas, y nos marcamos la cara con grietas de guerra; que nosotros no hemos sido, que nosotros no hemos sido. Que la habitación para profesores ha faltado, que la sensación se ha doblado. Y llega el momento duchas. Y llega la noche. Y de la fuente no sale tanta agua como una pensaba. Y me propongo mantener el contacto con El Húmedo. Porque tres años pueden ser muchos. Primera piedra del camino. Y seguirá, no sé si con ellos o con aquellos otros. Pero ayer recorrimos Tribunal en coche, y fue algo importante. Porque cuatro horas y media no son nada.