Sonrisas transparentes

Las conversaciones de medianoche tocan su fin cuando llegamos allí. Hay mucha gente y poca, decente. Una barra a la derecha, unas luces al fondo, música estridente, mareos en lo hondo. Ropero con rizos y bolsos entremetidos, guardándose entre sus pelos de lo que alrededor se ciñe. Algo dulce y diferente porque no me gusta lo de siempre, aconséjame algo nuevo. Y la rubia de gafas, asiente a lo lejos. Tarda en atender, se levanta sin más. Miro a la izquierda y sonríe, porque sí, porque las sonrisas se regalan en este antro donde más de la mitad son eso, una sonrisa, sin más. Cuando se abre la boca, al fondo, se ven las intenciones. Las hay de muchos colores, diferentes distinciones, diferentes, canciones. La mayor parte de ellas (el noventa y dos por ciento si me pides que hable de porcentajes lameculodelasmatemáticas), van a lo que van, son eso, una sonrisa, sin más. Y pido la bebida. Mientras, buscan la sensación de la última noche de verano. Tanteando, esbozan. Y cojo la pajita. Entre el ocho por ciento restante aparecen tres recipientes metálicos de nombre diferente, agitados. Las intenciones son transparentes, ¿con la vista? Al frente. Porque, es diferente. Porque son sonrisas transparentes.