De grúas a leones

Creo que no te mereces menos que una historia. Como mínimo, una. A pesar de que tu papel haya trascendido ya para el resto de mi vida, como mínimo, una. Hacías reír. Espera, que cierro la puerta. Como decía, hacías reír, como nunca nadie me ha hecho reír. Sonará a típico, a mítico, a historia de película, pero lo mejor de todo, es que pasó. Tu tacto cuidado, tus placas de policía y juguete, los tapones de la República Francesa, el gusto por el queso, y los tornillos de ambas fronteras. Las tostadas de Nutella al borde de la piscina, enfrentándose a la palmera y disfrutando de salivas poco antes compartidas. Y la dulzura y la suavidad. Rompiste mis esquemas, y por eso, te abrí el mundo. El sobre  blanco, lo guardó, mientras tú sigues con pasión. Trabajando por una condición, de este a oeste, de grúas a leones. Me hiciste reír más que nadie hasta ahora, y por eso, te abrí el mundo. Portazo. Y me exalto. Cortamos tu pulsera, rompimos los enganches, y en el hall del piso burgués, te recordé que en España, siempre tendrás un destornillador. Que en mi mente, siempre estarás presente.