Los platos de después
Estaba en el teatro sentada, al igual que ahora, pero unas dos horas y media más tarde. Con menos luz. Llovía, corría. No llegaba, no quería monedas. Desorientada. Llegada. Baño previo, acicalamiento, desconexión. Y cuando me dejo de dar cuenta, ya estoy en una de las butacas. Fila número doce, sin tener en cuenta los minutos del tren de la noche posterior. Rasgos teatrales estudiados que se respiran en la obra. Una crítica a la religión, una defensa de la mujer. Un reconocimiento feminista. Y amor. E injusticia. Vuelvo de estar contigo, con él, con ella, conmigo, y los segundos posteriores a las despedidas, apareces tú en mi mente. Causante. Cuatro letras pronunciadas por Carmen Machi, y yo jodida. Sentada, durante algo menos de una hora y media, con los ojos llorosos. Jodida. Sentada. Sin poder concentrarme en lo que estoy viendo, con la cabeza pensando como todos estos años. Y aun por esas, escribo. Y aun con esas, escribo, dirijo. Porque yo, sigo.
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