Por el tabaco liado

Si tuviera una casa, o aunque fuera una habitación, tus dibujos llenarían sus paredes. Las absorberían -Absorber tiene dos b, de bueno al cuadrado. Indagaríamos sobre exposiciones de dibujo, iríamos a los museos de la quinta y de la no-quinta al menos una vez al mes, por placer. Para luego acabar en la cama. No distinguiríamos otro aroma más que el nuestro propio. Y plasmaríamos ese momento en fotografías, que también, como era de esperar, colgaríamos entre nuestras paredes. Paredes sin muros. Te enseñaría y me enseñarías. Sin hostilidades. Buscaríamos enlaces de cachivaches interesantes, y nos los enviaríamos para fumárnoslos; mientras tanto, alguna que otra exposición de fotografía también caería a la orilla de un pitillo de liar. Y viajaríamos a Barcelona, para terminar y empezar a hablar catalán, claro está. Abriríamos mi cajón de las manualidades y las estamparíamos por la pared. Incluso, alegraríamos sus colores. Con brochas, y no menos que pinceles. Visitaríamos a Miguel, veríamos el árbol en ángulo de contrapicado, organizaríamos la sesión, nos confundiríamos con la radio, y jugaríamos a intentar grabar el corto, nuestro corto, nuestra relación. Nos confundirían en dos. Y los pies sobre las flores se quedarían, no menos, en dos. ¿Los pósters? nos ahogarían, demasiada vida okupa con unos pistachos en la mesa.

El otro día,

soñé.