El amor y los cubiertos
Levantamos el puño. Por el cariño. Por el querer. Porque mucha gente mira a su puto ombligo y así nos va el mundo. Levantamos el puño, en la misma mesa de la cocina, por gritar que el amor es una de las cosas que puede dar esperanza, que puede hacernos vibrar, que puede hacernos vivir, sonreír, agradecer, querer, sentir. Vivir. Vivir.
Levantamos el puño, al día siguiente, recordando que entre tanta mierda, entre tanta injusticia, entre tanto egoísmo, el amor, y el viaje a él y a los alrededores, nos dan fuerza.
Levantamos el puño, para acompañarlo de música, para meter una melodía entre dos miradas que se aprecian, que se anhelan, que se distan, que se manejan, que se quieren, que se juegan. Levantamos el puño, a las tres y cuarto de la tarde, para gritar a todas las cacerolas de estas cuatro paredes, a todos los cubiertos que nos miran desde la mesa, que el amor defiende el mundo. Que al amor, sustenta el mundo.
Y además, mira tú por dónde, que es gratis.
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