Grandezas argentinas y nocturnas
Yo no puedo, no puedo irme así.
Sin escribir a la chica que me sacó sus ciento cuatro puntos pasadas las doce y media de la madrugada. Sin escribirle, antes de irme a dormir. Sin plasmar lo espontáneo y lo intenso de una conversación diferente al margen común, de la gente. Y no me apetece, de hecho, irme, sin escribir esto o aquello.
Como una puta palabra, que espera su abrazo.
Como una ida y venida de palabras, de Finlandia entre España. Entre su sur y su centro. Entre, como decía, esto y aquello.
Y yo me invento (no me preguntes por qué) que es finesa. Y qué coño, qué pasa si ahora te digo que busco el origen. Y que Peicovich, esa santa inspiración llegada a finales de septiembre, es, también, argentino. Sí sí, como la tuya.
Mándame ese libro por correo postal.
Que yo, te mando el mío.
(Y en su futuro, mi versión del mismo).
(Y en el presente, unas buenas noches).
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