Claramente
Y qué casualidad, que termines el e-mail justo cuando está
terminando tu canción de Bourdeaux.
Y qué casualidad, que la siguiente, sea la que has deseado
siempre. Sea la del destino. La que hable del destino. La que te impulse a
ella. La que te recuerde al sofá compartido de madrugada y sin sentido ajeno a
la cabeza pegada. Y con sentido, de tantas ganas.
Y qué casualidad, que besaras sin ser yo consciente, ni él,
ni ella, ni ninguno. Perdidos. En la vida en equipo. En el compartir de
sentimientos, África, comida típica, y latas que hablan de ti.
Y qué casualidad, que fueras tú.
Y qué ganas, de que seas tú.
De que vuelvas.
Y de que haya un beso.
De nuevo.
Un beso.
Un otro,
beso.
Y qué casualidad, que hayan terminado justo los números, de nuevo, en nueve.
Y qué casualidad, que hayan terminado justo los números, de nuevo, en nueve.
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