El fin de semana que Berlín llegó a Reino Unido
La apaciguidad.
La buena compañía.
El chocolate calentito. La vista a ellos.
Que mire por el cristal y estés aquí sentada.
Que me acuerde de vosotros y desee que estéis aquí.
Dormir hasta altas horas.
La suerte de la calefacción en los acantilados.
El olor a leña.
Sentarse una vez más frente a aquel faro de cuidado a los míos y de señal de mi camino.
El paseo calmado por Londres.
Los monjes comiendo tortilla de chorizo ibérico.
La visita. Y la mejor compañía.
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